sábado, 30 de enero de 2016

Bloqueo emocional

De a poco has ido cogiendo una extraña forma inerte, que te impide ver más allá de las risas que te provocan los demás, como si ya no hubiera nada que despertase en ti la pasión de antaño.

Paseas por la calle sin saber muy bien a donde vas, ni lo que buscas. Y, sobre todo, no tienes ni idea de lo que quieres encontrar. 

Quizás a ti, de nuevo.

Sigues escuchando la misma música de siempre, sumando algún tema que de improvisto ha aparecido para torpedearte las madrugadas. 

Y las mañanas.

Y las tardes.

Y las noches.

Como si no tuvieras suficiente.

Has vuelto a ver películas románticas. Sí. Justo ahora que has dejado de creer que todas esas mierdas existen. 

En el fondo nunca dejas de creer, pero bueno. Te intentas engañar. 

Y así prosigue tu vida, mientras intentas arreglar el desaguisado que provoca el paso del tiempo en personas que te lo han dado todo durante toda tu vida.

Pero por algo, o por alguien, ya no hay hueco para nada más.

Ya no te emocionan unos ojos,
ni unas manos,
ni unas piernas andando delante de ti dejando huellas en la arena de la playa.

Ya no hay ningún corazón que te erice la piel.

martes, 12 de enero de 2016

Espejismo sentimental

Ahí estaba yo, abandonado en mi particular desierto. Sin prisas. Sin el agobio del que no encuentra agua, ni comida. Sin la presión del silencio que aporreaba mi pecho cada noche.

Solo.

Con una soledad elegida a dedo. De esas que uno acoge para quererse un poquito más y, sobre todo, mucho mejor. De esas que uno necesita para crecer un poquito más, vivir mejor, abrazar mejor... Todo iba a mejor.

Hasta que apareció un oasis.

En mitad de aquel desierto, un lago enorme de ilusión que aparecía para saciar una sed que, en realidad, nunca tuve. Palmeras para cobijarme del fuego que suponía cargar conmigo a cuestas bajo la luz del Sol. Sus hojas, para abrigarme del frío cuando la Luna se alzaba al anochecer.

Me creí dichoso.

¿Qué hacía yo antes de ti?

Saber vivir. Saber mirar hacia delante. Quitarme el frío con mi amor propio que, aunque no lo creas, un día me sustentó.

Me creí afortunado.

Y resultaste ser un espejismo sentimental de esos que hacen trizas.

Ni lago, ni palmeras, ni sus hojas.

Resultaste ser más arena. Más desierto.

Un organismo inerte.

Incapaz.