Con el tiempo uno se agota,
baja los brazos,
tira la toalla
y, de vez en cuando y aunque cada vez menos, la ropa.
Con el tiempo uno deja de perseguir trenes,
de coger aviones,
de tocar el timbre de improvisto
y de escribir con destinatario.
Ahora solo me siento en los bancos
veo la vida pasar de la mano de otro,
mucho chocolate,
cine a solas
y promesas al espejo.
Me rompo en los años impares
me recompongo en los pares.
Ignoro las ofensas.
Los halagos, por escasos, ya ni los espero
y he aprendido a callar;
por aquello de no malgastar palabras.
No vaya ser que con el tiempo me hagan falta.
El rencor ya ni aparece.
Estoy aprendiendo a olvidarme de recordar,
que parece,
pero no es lo mismo
que aprender a olvidar.
Con el tiempo, como ya escribió Jorge,
he aprendido que el amor no significa acostarse,
y que, en ocasiones, la piel que te acaricia
lo hace de la forma que te gustaría que lo hiciera otra.
y promesas al espejo.
Me rompo en los años impares
me recompongo en los pares.
Ignoro las ofensas.
Los halagos, por escasos, ya ni los espero
y he aprendido a callar;
por aquello de no malgastar palabras.
No vaya ser que con el tiempo me hagan falta.
El rencor ya ni aparece.
Estoy aprendiendo a olvidarme de recordar,
que parece,
pero no es lo mismo
que aprender a olvidar.
Con el tiempo, como ya escribió Jorge,
he aprendido que el amor no significa acostarse,
y que, en ocasiones, la piel que te acaricia
lo hace de la forma que te gustaría que lo hiciera otra.