lunes, 10 de octubre de 2022

Terapia

Mis letras eran la terapia ante los problemas que los adultos se empeñaban en no querer resolver.

"Ya crecerá".

Y convirtieron en tabú todo aquello que me hacía astillas el corazón.

Mis letras fueron el refugio donde encontraba las respuestas que los adultos no se atrevían a darme.

Mis letras llenaron de rencores una libreta entera, 

renglón por renglón.

Dibujaba reproches en los márgenes

y subrayaba la fecha para no olvidarme de cuando alguien pudo ayudarme,

y no supo,

o, peor aún, no quiso.

Mis letras eran los miedos de los adultos a las preguntas de un niño que echaba de menos a su madre,

la incapacidad de responder a un <¿por qué tan pronto?>

o un <¿por qué no pude despedirme de ella?>

Mis letras eran mi forma de combatir la soledad,

el dolor,

la incertidumbre,

el abandono.

Eran la terapia de mi tiempo,

cuando pedir ayuda no entraba en nuestros planes porque, 

¿qué dirán de ti?

Mis letras no solo fueron bálsamo,

fueron armas arrojadizas que hicieron daño,

fueron los reproches dibujados en los márgenes que salían disparados queriendo hacer sangre.

Mis letras son esas migas emocionales que te hablan de los caminos que llevo transitados,

de los que disfruté descalzo,

de los que me produjeron rasguños en todas las partes de mi alma,

de los que me endurecieron como lava el corazón,

y de los que me proporcionaron las herramientas y el aliento para seguir erguido.

Mis letras son lo único que tengo cuando la vida se pone tediosa y me invita a bailar.



Y, aunque nunca se me dio demasiado bien, 

después de varias sesiones de terapia, 

comprendí que ya era hora de agarrarla por la cintura 

y dejarme llevar.