lunes, 14 de febrero de 2022

En bicicleta

En realidad, todo esto es bastante parecido a cuando comienzas a montar en bicicleta.

Al principio, con ruedines que te ayudan a no caerte.

Con los años, los quitas porque entiendes que sabes mantener el equilibrio.

(Mentira)

Porque te caes.

Una vez. Y otra. Y otra.

Algunos te dicen:

"Por ahí no, que te vas a hacer daño".

Pero no haces caso.

Hasta que vas y zas; efectivamente, te haces daño.

Y creces creyendo que, de tantos golpes, tu piel se ha endurecido tanto que ya no duele,

ni quema.

Mira que me ha puesto palos en las ruedas esta vida maldita,

me quitó los ruedines,

no me dejó usar coderas, ni rodilleras.

Si caía y sangraba; (re)soplar y seguir.

Mira que he conocido todas las maneras habidas, y por haber, de suturar, y supurar, heridas.

No escondo ninguna de mis cicatrices,

no hago tabú ninguna de mis pérdidas,

y, aún así, sigo descubriendo nuevas formas de aflicción.

Pero ahora no es mi dolor el que me dobla,

no es mi dolor el que me deja sin respiración.

Es el dolor de quien me sanó y me cuidó tantas veces

que perdí la cuenta,

y por perder,

he perdido tanto

que, si te vacío los bolsillos,

lo único que me queda es mi piel dada la vuelta.

Abrasada,

como cuando te caes de la bici y has perdido todas las prendas que te protegen del asfalto.