viernes, 20 de mayo de 2016

Reseteo carnal

Desmemorizar a mi piel,
desmembrarla.

Escamarla,
borrar el rastro de la tuya impregnada en mi epidermis.

Fumigar todo el sudor que absorbieron mis poros
hasta que no quede nada.

Resetear mi piel.

Aprender de cero a acariciar,
a coger unas manos sin púas,
sin clavos.

Quitarle el miedo a mis piernas para que vuelvan a confiar y no tiemblen.
Que vuelvan a entrelazarse bajo las sábanas sin pavor.

Reseteo carnal.

Tu olor que mana de cada herida que sufro,
que me devuelve a los infiernos
que me bota al suelo
y me revuelca
y me desangra.

Tu olor mezclado con el suyo.

Sin dejar que me empape de sus abrazos.

Desmembrar mi piel,
hasta la última de sus capas.

Y terminar desnudo.
Con una piel joven,
brillante,
intacta,
sin heridas.

Dispuesto a sangrar, de nuevo.

Dispuesto a sangrar, ahora, por otros huesos.

jueves, 19 de mayo de 2016

¿Qué le vas a decir al mundo?

¿Y qué le vas a decir al mundo?

Que los días de lluvia no salías de casa por miedo a empaparte, que paseabas por la vida tapado hasta las cejas. Y no hablo de jerseys ni chaquetas. Que vivías agazapado por si una racha de viento te empujaba a unos brazos que acabarían doliéndote bien adentro y bien fuerte en tu descuidado vientre.

Dime, ¿qué le vas a decir al mundo?

Dirás que mejor pies de plomo, pasito a pasito, más vale pájaro en mano que ciento volando. ¿Y si el pájaro de tu vida quiere que vueles con él?

Que despegues los pies del maldito suelo.

Que vueles.

Que acaricies las nubes.

Y si te caes, te recompones.

Reseteo emocional y carnal.

Y ahora, ¿qué le vas a decir al mundo?

Corre detrás de unas piernas, da igual que los semáforos estén en rojo. Que te piten, que te atropellen. Serás capaz de esquivarlos a todos. Coge un avión, vete a un portal. Llama al telefonillo y que te llamen loco. O estúpido. Que te llamen lo que haga falta. Pero vive.

Hazte ese favor.

Vuela.

Acaricia las nubes.

Que si te caes, yo estaré aquí.

Y ya nos recompondremos.

viernes, 6 de mayo de 2016

Conmigo

Me quedo conmigo.

Sí.

Con todo lo que me rodea, con todo lo que me rellena.

Que es mucho.

Y no solo me refiero a lucir "como luce una soga cuando en medio tiene un nudo" que diría Ricardo.

Me quedo con mis aciertos, con mis triunfos, con mis volantazos justo antes de caer por tantos y tantos precipicios. Con mis retiradas a tiempo que no solo fueron victoria sino, sobre todo, salvación. Con mis madrugadas llenas de letras, mías y de otros muchos que también saben llegar. Y mejor. Y más bonito. Con esas canciones que tienen llave visceral. Ustedes saben de qué canciones hablo. Todos, sin excepción, tenemos ese par de canciones grabadas a fuego en cada uno de nuestros cinco sentidos. Da igual cuándo, cómo y con quién las escuches, siempre te trasladarán al lugar y la ocasión que dejaron de ser simples melodías para convertirse en despertadoras emocionales.

Me quedo con mi valor, que no es mucho. Poniéndolo en perspectiva cualquiera es valiente con las manos que a mi me sujetan. Me quedo con ellas sobre todo por la fuerza con la que me dan esos tirones de oreja necesarios para abrir los ojos en el momento adecuado.

Familia, amigos. Para mi son héroes.

Me quedo con mis taras. Abrazo y mimo cada uno de mis defectos. Por ellos yo he aprendido, por ellos yo he crecido.
El no retorno de mi paciencia cuando se pierde. El defensa propia que me acompaña desde la primera vez que vi peligrar mi autoestima. Los tropiezos, las verdades a medias por no hacer daño, o para hacerlo.

A pesar de todo, me quedo conmigo. Sabiendo que volveré a doler. A otras personas. A mi mismo.

Sabiendo que ella es conocedora de por donde estoy resquebrajado y quiere sostenerme mientras soy yo,
y solo yo,
el que se reconstruye.