domingo, 23 de febrero de 2014

Nos sangrará

Me va a sangrar tu ausencia, como sangra el corazón después de una apuñalada, como sangra el recuerdo cuando se siente traicionado.

Me va a sangrar tu ausencia, formando charcos de promesas ejecutadas en el peor de los silencios.
Me va a sangrar tu ausencia, y no quiero vendas que retengan el adiós.

No me va a quedar nada de ti porque tú nunca quisiste hacerlo. Un calcetín muere de dolor cuando le hablo de aquella que lo abandonó, y el olor de esa bufanda olvidada intenta hacerme chantaje con alusiones al cuello que cubrió.

No podría seguir siendo el héroe que tú quisieras, porque nunca he salvado otra vida que no sea la mía, porque nunca he corrido a rescatar a otro que no sea yo. Y cuando digo yo, significa "todos esos que me hacen posible" y cuando digo mía, significa "todas esas sonrisas que me alegran la vida".

Y a ti te va a sangrar el corazón por dentro, una úlcera interna de palabras que se clavan como espinas en tu estómago, en tus pulmones...
Aunque no lo creas, te va a sangrar mi adiós.

Como me has sangrado tú, corazón.

jueves, 20 de febrero de 2014

Historias

Hay mil maneras de comenzar una historia y otras tantas de recordar como empezaron otras.
Cuando se acercan momentos de cambios siempre optamos por deshacernos de lo viejo, de lo inservible, de lo que ya no necesitamos para pasar de puntillas por esta vida. Yo he decidido hacer lo contrario, recuperar algo que creía perdido.
Son cosas materiales, por supuesto... Ojalá pudiéramos recuperar algo que añoramos cuando se nos antoje, aunque no sería muy buena idea a la larga.
He desempolvado mi melancolía junto con tus fotos, una pequeña cajita que de improvisto ha hecho saltar todas las alarmas de mi pecho y un par de cuerdas que nunca ataron lo suficiente porque nunca fue lo correcto.
He recordado que no hace mucho esta sonrisa imperfecta se dejaba ver a todas horas a pesar de los complejos y he vuelto a ver los lunares que tanto echo de menos.
Y a pesar de que hay historias que no acaban con los dos protagonistas juntos no necesariamente significan finales tristes. A mi no me hace falta comer perdices contigo para saber que eres feliz.
Hay historias que necesitan ser fogonazos para no poder olvidarnos nunca de ellas y saber que siempre que voltees la mirada te hará esbozar una sonrisa.
Hay historias, como la tuya y la mía, que nunca tendrán segundas partes porque para mi corazón nunca terminó...


martes, 4 de febrero de 2014

Él

Toda nuestra historia se convierte en un mar de recuerdos, de inagotables recuerdos. Recuerdos salados que se nos atragantan en el esófago y nos provoca arcadas que no sabemos controlar.
El amor que yo he sentido por esa mujer es esa clase de amor que hace que pierdas hasta tu identidad por momentos, hace tambalear los pilares de tu seguridad con la misma facilidad que un niño cava un hoyo en la orilla de la playa.
El amor que yo he sentido por esa mujer me ha demostrado lo imbéciles que somos las personas y lo ciertos que son cientos de tópicos que hablan de las relaciones y, al final, no somos tan diferentes...
El amor que yo he sentido por esa mujer apareció y nunca se quedó a medias, creció. Hasta acaparar gran parte de mi casa, de mi cama, de mi ropa... De mi cuerpo. Porque no podemos negarlo, el amor es asi. Aparece, o no. El amor no entiende de errores, no se achanta, no se asusta... No se va en mitad del camino. El amor nace, crece, lucha....y muere.
El que yo he sentido por esa mujer está en fase adulta, en esa etapa en la que sabe que todo lo que pudo hacer ya lo hizo. Dio los mejores ejemplos que pudo y se cegó en luchar por lo que él creía que se merecía.
Creía.
Merecía.
Y a vueltas con él cada noche nos enzarzábamos en una discusión de sobre quienes somos nosotros para dictaminar lo que nos merecemos... Tan tristes, tan vacíos... Tan ciego. Él, yo no. Yo veía cada noche lo que quería, y no era amor. Era mucho, mucho más.
Me quería a mi.
Y pasa como pasa con todo en esta vida, como pasa el tiempo, como golpean las olas en los acantilados moldeándolos a su gusto y placer...
Porque,  al fin de cuentas, el tiempo es como el ir y venir de las olas. Por muy fuerte que escribas en la arena, la marea acaba inundándolo todo.
La paciencia se ahoga, la esperanza entra en paro cardiorrespiratorio y mi corazón vuelve a latir por el dueño de mis mañanas que no es otro que el mismo que se enfunda el pijama cada madrugada.