martes, 7 de febrero de 2012

Buenas noches

Probablemente no me parezco en nada al tipo que esperas sentada en la banqueta, bebiendo un martini doble con hielo, ¿me equivoco?. Estás buscando a alguien descarado, seguro de si mismo, que te hable de cosas interesantes, que te haga entender que de las 7 mujeres que están sentadas sin acompañante tú eres en la que él se ha fijado. Buscas ese hombre que te haga sentir como ningún otro en mucho tiempo, ¿11 meses, quizá? Pero eso es lo que buscas. Lo que tú quieres encontrar es algo totalmente distinto. Ni si quiera tú te has dado cuenta que no has apartado la mirada de las otras 5 mujeres que charlan con sus respectivas parejas. Agachas la mirada y le pegas un trago de desesperación a tu martini cada vez que una de ellas recibe una caricia, de esas que sabes que se dan todos los días a la misma, de esas que tanto anhelas. Tampoco caes en la cuenta de que te pides ese martini doble con hielo porque el hombre al que amas te conoció con una copa idéntica en la mano. Y no quieres apartarte de su recuerdo, no del todo.
Y, sobre todo, te resignas a pensar que no existe ese hombre que te haga sentir como él lo hacía. Porque cada sabado vienes y desechas todas las invitaciones porque ninguno encaja. Porque no es eso lo que buscas. Porque lo buscas a él. Buscas sus manos, su espalda, sus labios. Buscas levantarte cada mañana con el mismo y sabes que aqui no lo vas a encontrar.
Pero te acabas de percatar que sin moverte has dado en el clavo. Y que acabas de encontrar al hombre que no esperabas.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Culpas


Ya no recuerdo ni tu voz. ¿Será eso un buen o mal síntoma? ¿O será que el paso de los días me ha dado una palmadita en la espalda como diciendo: "No estabas equivocado"?
Lo que yo preciso está fuera del alcance de tus manos. Mis necesidades van más allá de tus curvas y tus ojos de claro iris. Tus metas y las mías difieren tanto que a veces se cruzan para alejarse aún más. Y tú no lo has querido ver, hasta ahora.
Esperé tanto, demasiado, para alejarme que eso dejó "abiertas" las puertas de la suposición y el libre otorgamiento de sentimientos ajenos. Y no, no me alegré por ello, ni lo buscaba. Nunca usé la mentira. No me hizo falta. Siempre fui claro y la única persona que no lo quiso ver fuiste tú. No te culpo, nadie es culpable por luchar.  Pero de lo que nunca hay que olvidarse es de que en todo esto éramos dos. Y que no sólo se trata de luchar, de querer, de insistir, de convencer. Es necesario comprender que, a veces, una mano no quiere entrelazar los dedos de otra. Que una boca no quiere rozar otros labios y que un corazón no quiere compañero de habitación... Y tú lo hiciste. Te cegaste en tu lucha olvidándote que la persona que querías se iba desvaneciando poco a poco, al mismo ritmo que se agotaba la paciencia. Y la paciena se agotó, se terminó.

Y ya me voy, porque en lo que he tardado en escribir esto se me ha olvidado, también, el color de tu iris..