lunes, 23 de mayo de 2022

Trigésima primera

Estoy completando mi trigésima primera vuelta al Sol,
y, aunque debería estar acostumbrado,
me sigo mareando al acabar.

No sé si es el calor,
la piel que se me ha ido desgarrando de a poquito,
los huecos que van apareciendo en el alma,
o lo repetitivo que se vuelve todo cuando miro atrás.

Quizás es el dolor,
que a modo de seguidilla no me ha dejado respirar.

Quizás es el peso irremediable que el paso del tiempo va depositando en mis hombros,

(Al tiempo le da igual cuando empezó a colocar baldosas emocionales en tu chepa)

No nos da una puta tregua.

O sí.

Es el lunes de mi trigésima primera vuelta al Sol,
como si fuera una metáfora de un nuevo comienzo.

Aquel que, por diferentes vicisitudes, la vida nos arrebató.

Si hubiésemos escuchado un poco más,
o mejor,
o quizás otras voces que no hablasen desde el rencor.

Ahora que comienzo a tener más velas que soplar,
empiezo a notar cómo de necesario es el aire de quien,
un día, y durante toda su vida,
me enseñó a caminar.