martes, 1 de noviembre de 2022

Perdona si a eso no lo llamo amor

Convertimos a la traición necesaria para abrir los ojos.

¿Después de cuántas historias?

¿De cuántos errores?

Propios y ajenos.

Porque enfocamos siempre que el problema viene, exclusivamente, del otro lado del colchón.

Y no siempre es así.

De hecho, casi nunca es así.

Pero, ¿estás preparado/a para esa puta verdad incómoda?

Por eso vas hasta el final.

Por eso remas hasta que se te rompan los remos, hasta que la canoa se destroce por los golpes y empieces a ahogarte.

Pondrás los ojos en los remos, que son débiles.

Y en el material de la canoa que no es resistente.

Te acordarás de quien te invitó a subirte en ella.

Y de quien te prestó los remos.

Pero la realidad es que no querías admitir que no supiste, ni pudiste, remar con más fuerza.

Y no pasaría nada si en la canoa estuvieras solo.

Pero nunca vamos solos.

Y, a veces, por empecinarte en seguir, por no querer admitir que no puedes, aunque se te rompa el corazón de pena, acabarán los dos magullados. 

Dilucidando quién remó menos. Quién remó hacia el lado contrario. 

Quién achicó menos agua o quién decidió adentrarse río arriba.

El problema es que conocían el río.

Sabían que los remos estaban desgastados.

Y que la canoa tenía remiendos.

Suficiente para saber parar a tiempo.

Y, aún así, decidieron seguir por el falso convencimiento de que, por amor, siempre hay que morir.

Perdona si a eso no lo llamo amor.

lunes, 10 de octubre de 2022

Terapia

Mis letras eran la terapia ante los problemas que los adultos se empeñaban en no querer resolver.

"Ya crecerá".

Y convirtieron en tabú todo aquello que me hacía astillas el corazón.

Mis letras fueron el refugio donde encontraba las respuestas que los adultos no se atrevían a darme.

Mis letras llenaron de rencores una libreta entera, 

renglón por renglón.

Dibujaba reproches en los márgenes

y subrayaba la fecha para no olvidarme de cuando alguien pudo ayudarme,

y no supo,

o, peor aún, no quiso.

Mis letras eran los miedos de los adultos a las preguntas de un niño que echaba de menos a su madre,

la incapacidad de responder a un <¿por qué tan pronto?>

o un <¿por qué no pude despedirme de ella?>

Mis letras eran mi forma de combatir la soledad,

el dolor,

la incertidumbre,

el abandono.

Eran la terapia de mi tiempo,

cuando pedir ayuda no entraba en nuestros planes porque, 

¿qué dirán de ti?

Mis letras no solo fueron bálsamo,

fueron armas arrojadizas que hicieron daño,

fueron los reproches dibujados en los márgenes que salían disparados queriendo hacer sangre.

Mis letras son esas migas emocionales que te hablan de los caminos que llevo transitados,

de los que disfruté descalzo,

de los que me produjeron rasguños en todas las partes de mi alma,

de los que me endurecieron como lava el corazón,

y de los que me proporcionaron las herramientas y el aliento para seguir erguido.

Mis letras son lo único que tengo cuando la vida se pone tediosa y me invita a bailar.



Y, aunque nunca se me dio demasiado bien, 

después de varias sesiones de terapia, 

comprendí que ya era hora de agarrarla por la cintura 

y dejarme llevar.

lunes, 12 de septiembre de 2022

En rojo

Tu problema es que vas por la vida pensando que todo es un semáforo en rojo,
y esperas a que se ponga en verde,
a una señal que te permita cruzar.

Por aquello del miedo a un "no".

Al miedo paralizante de un "no".

Y quedarte a medias en la vía, provocar un accidente,
un atropello,
que venga la ambulancia,
la policía,
tal vez hasta los bomberos.

Y a ver cómo lo explicas, campeón.

Pero es que, quizá, lo que necesitas es esa adrenalina de cruzar en rojo,
de no esperar esos códigos,
esas señales,
esos avisos,
y que sea lo que tenga que ser.

Que se te acelere el pulso,
que el corazón se te salga del pecho,

y esa sonrisita estúpida al saber que tienes todas las papeletas para que te llamen loco.

Igual tienes suerte y provocas un accidente,
haces que vengan los bomberos,
se salda todo sin heridos

y es a ella a la que se le dibuja la sonrisa al verte cruzar.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Zarandeo

La pregunta es,
¿para qué ir guardando cosas en los bolsillos y en la mochila?

Como rencores y reproches.

Si va a llegar la vida y te va a zarandear,
una vez,
otra vez,
luego te dejará tirado en el suelo y, 
cuando crees que puedes volver a levantarte:

Otra vez.

Y, cuando te halles erguido de nuevo, 
te darás cuenta de que en los bolsillos ya no te queda nada;
está vacíos.

La mochila salió volando.

Y todo aquello que te anclaba los pies al suelo y no te permitía avanzar ya no está.

Pues bien.

Siéntete afortunado si la vida te zarandea y solamente pierdes eso,
porque también podrás perder los abrazos que te guardaste,
el timbre que no tocaste,
el teléfono al que no llamaste,
o el perdón que no entonaste.

La vida te va a zarandear, eso seguro, pero procura que no te haga más daño del necesario por ir cargado de asuntos pendientes.

lunes, 23 de mayo de 2022

Trigésima primera

Estoy completando mi trigésima primera vuelta al Sol,
y, aunque debería estar acostumbrado,
me sigo mareando al acabar.

No sé si es el calor,
la piel que se me ha ido desgarrando de a poquito,
los huecos que van apareciendo en el alma,
o lo repetitivo que se vuelve todo cuando miro atrás.

Quizás es el dolor,
que a modo de seguidilla no me ha dejado respirar.

Quizás es el peso irremediable que el paso del tiempo va depositando en mis hombros,

(Al tiempo le da igual cuando empezó a colocar baldosas emocionales en tu chepa)

No nos da una puta tregua.

O sí.

Es el lunes de mi trigésima primera vuelta al Sol,
como si fuera una metáfora de un nuevo comienzo.

Aquel que, por diferentes vicisitudes, la vida nos arrebató.

Si hubiésemos escuchado un poco más,
o mejor,
o quizás otras voces que no hablasen desde el rencor.

Ahora que comienzo a tener más velas que soplar,
empiezo a notar cómo de necesario es el aire de quien,
un día, y durante toda su vida,
me enseñó a caminar.




martes, 22 de marzo de 2022

Triaje

Llevo desde los doce años gestionando la tristeza, el dolor y los baches prácticamente solo.

Porque quiero, todo hay que decirlo.

Si hablo de las manos que me sujetan, seguro, muchos se preguntarían por qué decido abrazar la soledad cada vez que tengo ocasión.

En la soledad es donde encuentro, casi siempre, la paz que necesito cuando hay mucho ruido fuera. 

Y de un tiempo a esta parte hay demasiado ruido que no me deja avanzar, ni curar, ni nada.

Llevaba dos años aplacando el ruido, con lo que ello conllevaba y la situación que estaba viviendo todo el mundo. 

Me centré en eliminar el ruido exterior y explotó una bomba sónica dentro de mí. 

No sé si me explico. 

Por una parte me siento bien porque, a pesar de todo eso, sané algunas heridas. 

Pero hay otras que no sanan y nadie las puede suturar.

Salvo yo. 

Más que nada porque nunca he llevado demasiado bien que me toquen las heridas y que escueza. 

Mi triaje particular está en funcionamiento y,

sintiéndolo mucho,

hay accidentes a los que no estoy dispuesto a darles prioridad.

martes, 1 de marzo de 2022

Inexorable

Hola, mamá, ¿cómo estás? 

La cosa ahí fuera sigue malita, pero todavía hay quienes creen estar por encima del bien y el mal, usando la picaresca. 
¿Sabes?
Me pregunto muchas veces qué sería de nosotros si nos olvidáramos de querer ser siempre más ‘listos’ que el de al lado. 
¿Tú crees que aprenderíamos más? 
Yo también. 

La gente quiere ir siempre un pasito por delante y ahí pierdes la perspectiva del paisaje que te rodea y, cuando llegues, 
quizás el primero, 
antes que ninguno e, 
irremediablemente a veces, 
también abandonado,
te darás cuenta que no habrá merecido la pena.

Y no, mamá. La gente no saber vivir a solas.
 
Nos han educado para repudiar la soledad, para buscar en quienes resguardarnos cuando hay tormenta, pero se han olvidado de adecentar el hogar que llevamos a cuestas cada uno de nosotros.

Y me resulta desesperanzador.

Yo no tuve elección, ya lo sabes.

Tu marcha y mis complejos me empujaron a una soledad elegida a dedo que,
después de tantos años, 
ha sido mi salvavidas en estos dos últimos.

Lo inexorable del paso del tiempo es que cada vez estás más acompañada ahí arriba, ¿quién nos lo iba a decir? 

Abraza a nuestro primo, abrázalo como no supimos hacerlo nosotros aquí. 

Y a nuestro tío. Abrázalo porque sé de buena tinta cuanto te echaba de menos.

Como lo seguimos haciendo nosotros aquí, mamá.

Tenemos que seguir, ¿sabes?

Aunque cueste, aunque esta vida maldita siga empeñada en vernos caer.

Estaremos bien, te lo prometo.

Yo no sé cómo lo haré, mamá. 

Pero lo haré.

lunes, 14 de febrero de 2022

En bicicleta

En realidad, todo esto es bastante parecido a cuando comienzas a montar en bicicleta.

Al principio, con ruedines que te ayudan a no caerte.

Con los años, los quitas porque entiendes que sabes mantener el equilibrio.

(Mentira)

Porque te caes.

Una vez. Y otra. Y otra.

Algunos te dicen:

"Por ahí no, que te vas a hacer daño".

Pero no haces caso.

Hasta que vas y zas; efectivamente, te haces daño.

Y creces creyendo que, de tantos golpes, tu piel se ha endurecido tanto que ya no duele,

ni quema.

Mira que me ha puesto palos en las ruedas esta vida maldita,

me quitó los ruedines,

no me dejó usar coderas, ni rodilleras.

Si caía y sangraba; (re)soplar y seguir.

Mira que he conocido todas las maneras habidas, y por haber, de suturar, y supurar, heridas.

No escondo ninguna de mis cicatrices,

no hago tabú ninguna de mis pérdidas,

y, aún así, sigo descubriendo nuevas formas de aflicción.

Pero ahora no es mi dolor el que me dobla,

no es mi dolor el que me deja sin respiración.

Es el dolor de quien me sanó y me cuidó tantas veces

que perdí la cuenta,

y por perder,

he perdido tanto

que, si te vacío los bolsillos,

lo único que me queda es mi piel dada la vuelta.

Abrasada,

como cuando te caes de la bici y has perdido todas las prendas que te protegen del asfalto.