domingo, 16 de febrero de 2020

El dolor

Lo más valioso que tengo es mi dolor.

Así es como podría empezar una conversación, estableciendo una alerta de lo que te vas a encontrar si rebuscas entre todas estas ruinas.

El que avisa...

Todas las cicatrices, las habitaciones abandonadas en los resquicios más profundos de mi alma,
la sangre, los huecos por las balas de despedida.

Cadáveres de ilusiones, de metas fallidas u olvidadas que, para el caso, resultan ser lo mismo.

Te vas a encontrar, aún, heridas abiertas. Supurando emociones que, aunque controladas, siguen brotando, con el riesgo aleatorio de volver al lugar del accidente.

O del crimen.

Pero aquí me ves, de pie. 

Erguido.

Como tantos otros.

No es que yo sea algo exclusivo, pero igual así eres capaz de entenderlo.

Lo más valioso que tenemos es nuestro dolor.

Cómo nos levantamos, nos sacudimos las costras y sacamos la cabeza del derrumbe

'Una flor en medio de un campo en ruinas', dice Elvira.

La capacidad de seguir adelante, cogiendo de la mano al miedo, el temblor y el pulso nervioso cuando debemos saltar y abrir las alas. Sin tenerlas todas con nosotros de que las podamos volver a abrir.

Las cicatrices. 

Acariciarlas y ver un flashback de nuestras vidas, ver una mirada orgullosa a pesar del fracaso, del error, de la caída. 

Qué orgullosa estaría de ti.

Lo más valioso que tenemos es nuestro dolor.

Y toda la belleza que esconde. 



sábado, 1 de febrero de 2020

Mudanza

Estoy comenzando otra mudanza y, lejos de estar acostumbrado, vuelvo a recordar el arduo ejercicio de desapego que debemos hacer en momentos así.

La cantidad de sonidos que se quedan en las paredes que ahora abandonas,
el amor y la flor de esa alcoba,
que nunca sabré si podrá descansar del todo.

Los recortes de periódicos que se quedarán guardados en las gavetas
los cuadros con fotos de corazones que ya no están
ni forman parte.

Mi piel también debe dejar aquí heridas,
cicatrices,
miedos
y cargas.

He comenzado otra mudanza
y estoy intentando poner lo más bonitas posibles
las paredes,
que huelan a futuro
sin un pasado que haga de ancla
pero sí de guía.

Hay un alma correteando por estos pasillos
que me recuerda
que por muchas paredes que me vean dormir
solo hay unas
que serán capaces de ayudarme a descansar.