martes, 4 de febrero de 2014

Él

Toda nuestra historia se convierte en un mar de recuerdos, de inagotables recuerdos. Recuerdos salados que se nos atragantan en el esófago y nos provoca arcadas que no sabemos controlar.
El amor que yo he sentido por esa mujer es esa clase de amor que hace que pierdas hasta tu identidad por momentos, hace tambalear los pilares de tu seguridad con la misma facilidad que un niño cava un hoyo en la orilla de la playa.
El amor que yo he sentido por esa mujer me ha demostrado lo imbéciles que somos las personas y lo ciertos que son cientos de tópicos que hablan de las relaciones y, al final, no somos tan diferentes...
El amor que yo he sentido por esa mujer apareció y nunca se quedó a medias, creció. Hasta acaparar gran parte de mi casa, de mi cama, de mi ropa... De mi cuerpo. Porque no podemos negarlo, el amor es asi. Aparece, o no. El amor no entiende de errores, no se achanta, no se asusta... No se va en mitad del camino. El amor nace, crece, lucha....y muere.
El que yo he sentido por esa mujer está en fase adulta, en esa etapa en la que sabe que todo lo que pudo hacer ya lo hizo. Dio los mejores ejemplos que pudo y se cegó en luchar por lo que él creía que se merecía.
Creía.
Merecía.
Y a vueltas con él cada noche nos enzarzábamos en una discusión de sobre quienes somos nosotros para dictaminar lo que nos merecemos... Tan tristes, tan vacíos... Tan ciego. Él, yo no. Yo veía cada noche lo que quería, y no era amor. Era mucho, mucho más.
Me quería a mi.
Y pasa como pasa con todo en esta vida, como pasa el tiempo, como golpean las olas en los acantilados moldeándolos a su gusto y placer...
Porque,  al fin de cuentas, el tiempo es como el ir y venir de las olas. Por muy fuerte que escribas en la arena, la marea acaba inundándolo todo.
La paciencia se ahoga, la esperanza entra en paro cardiorrespiratorio y mi corazón vuelve a latir por el dueño de mis mañanas que no es otro que el mismo que se enfunda el pijama cada madrugada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario