viernes, 6 de mayo de 2016

Conmigo

Me quedo conmigo.

Sí.

Con todo lo que me rodea, con todo lo que me rellena.

Que es mucho.

Y no solo me refiero a lucir "como luce una soga cuando en medio tiene un nudo" que diría Ricardo.

Me quedo con mis aciertos, con mis triunfos, con mis volantazos justo antes de caer por tantos y tantos precipicios. Con mis retiradas a tiempo que no solo fueron victoria sino, sobre todo, salvación. Con mis madrugadas llenas de letras, mías y de otros muchos que también saben llegar. Y mejor. Y más bonito. Con esas canciones que tienen llave visceral. Ustedes saben de qué canciones hablo. Todos, sin excepción, tenemos ese par de canciones grabadas a fuego en cada uno de nuestros cinco sentidos. Da igual cuándo, cómo y con quién las escuches, siempre te trasladarán al lugar y la ocasión que dejaron de ser simples melodías para convertirse en despertadoras emocionales.

Me quedo con mi valor, que no es mucho. Poniéndolo en perspectiva cualquiera es valiente con las manos que a mi me sujetan. Me quedo con ellas sobre todo por la fuerza con la que me dan esos tirones de oreja necesarios para abrir los ojos en el momento adecuado.

Familia, amigos. Para mi son héroes.

Me quedo con mis taras. Abrazo y mimo cada uno de mis defectos. Por ellos yo he aprendido, por ellos yo he crecido.
El no retorno de mi paciencia cuando se pierde. El defensa propia que me acompaña desde la primera vez que vi peligrar mi autoestima. Los tropiezos, las verdades a medias por no hacer daño, o para hacerlo.

A pesar de todo, me quedo conmigo. Sabiendo que volveré a doler. A otras personas. A mi mismo.

Sabiendo que ella es conocedora de por donde estoy resquebrajado y quiere sostenerme mientras soy yo,
y solo yo,
el que se reconstruye.

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