viernes, 18 de mayo de 2012

Salitre



Y aqui estoy, en el tren de vuelta a eso a lo que le llamo casa, pero que no lo es. Viendo a la gente ir y venir, partir y volver. Como si no pudieran parar un segundo en ningún punto de sus vidas.
Llego a mi estación y salgo a la calle. El sol abrasa el asfalto y tan lejos del mar recuerdo el olor del salitre sobre tu piel y su sabor en tus labios. El semáforo se pone en rojo y pienso que ojalá fuese tan fácil poder frenar toda mi vida y cruzar, como si de un paso de cebra se tratase, el océano.
No es fácil sobrevivir cuando pasas gran parte de tus días bajo tierra, ¿sabes? Es jodido subir a un azotea y verlo todo marrón... ¿Y qué me dices de esas putas noches en las que en el cielo no brilla una mísera estrella? Exasperantes...
Pero a mí, a mí me basta con cerrar los ojos, imaginarte amarrada con tus piernas a mi cintura en la marea de madrugada. Con el cielo repleto de sus estrellas y el horizonte cubierto por un manto azul que invita a no parar de hacerlo hasta que el sol decida despertar.

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