martes, 3 de septiembre de 2013

Matemáticas

Nunca supe restar tu ausencia a mis ganas de volver a verte. Y acabé echando cuentas con la madrugada por las cervezas que comenzó a deberme.
Aprendí a multiplicar los casi dos mil defectos que no tenías para paliar cada noche las ansias de sumar mis manos a tu cintura y creer que habia despejado la incógnita de tu vestido.
Intenté dividir tu belleza para no aumentar mi desasosiego cada mañana al (no)verte despertar. Esgrimí tropecientas razones para que te quedaras en mi lado de la cama, sin que yo me fuera de ahí.
Comenzaba a entender tus días de álgebra que únicamente lograban que me enamorase cada día más de ti.
Pero entendí que uno más uno siempre dará dos, salvo que esos dos seámos tú y yo. El propio tiempo me enseñó que él también pasa y se va restando (o sumando) a si mismo sin necesidad de calculadoras.
Y tú te encargaste de hacerme recordar que siempre necesitaré tu dos manos para resolver los problemas matemáticos que se me presentan cuando guardo tantos besos para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario