Te escribo desde el frío,
sin mantas,
sin calefacción,
helado por dentro.
Para que te duelan mis palabras,
para que no las quieras abrazar
y que te quemen,
sin rencor.
Por eso uso las madrugadas,
y apago las luces,
el corazón,
la razón
y tus recuerdos,
que un día fueron lo más parecido
al sol.
Te escribo destapado,
con poca ropa.
Desnudo.
Contigo, así era yo.
Y tú, amor, nunca, ni en olas de calor, te quitabas el edredón.
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