viernes, 25 de diciembre de 2020

Yo, mi, me, conmigo.

Hablo de mí.

A cada rato en este blog y fuera de él. En la calle, en el trabajo, el amor, en el desamor.

Hablo de mí.

Te podré resultar egocéntrico.

Y lo soy, joder.

Unos ochenta kilos, chicha arriba, chicha abajo.

Pero hablo de mí porque no puedo hablar de nadie más. 

No puedo hablar por nadie más.

Entiéndeme. 

Hablo de mí porque solo míos son estos trozos. Porque solo yo entiendo de lo que he roto. 

Hablo de mí porque no tengo potestad para hablar de otros corazones, ni de cómo sangran cuando los rompen en mil pedazos.

Hablo de mí porque nadie puede hacerlo mejor que yo.

Nadie conoce estas grietas como yo,
ni esta piel,
ni lo que esconde mi mirada.

Nadie conoce mis enfados mejor que yo,
ni cómo entro en cólera,
ni cómo salgo de ella con el iris clave.

Hablo de mí.

Porque hablar de otras almas
en las que no habito
me parece pecar de soberbia
en una sociedad que lo menos que necesita es juzgar al prójimo

Hablo de mí,
porque nadie mejor que el que se aloja en los infiernos,
para aconsejarte sobre los inconvenientes 
de adentrarte en ellos. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario