domingo, 5 de julio de 2020

Abraza

Que también es bueno recordar que hablar, 
o escribir, 
sobre lo que nos duele sin miedo a parecer débiles, 
tiene enzimas cicatrizantes. 

Porque la gente va por ahí tratando al dolor y al duelo como una tara, 
como una flaqueza que no nos podemos permitir en esta sociedad inquieta e inconformista. 

Habría que verlos a solas. 

Que hay que tenerlos muy bien puestos para dejar que te vean el alma destrozada. 
Porque ahí si estás dejando, abiertas de par en par, las puertas y ventanales de tu verdad,
de tus fobias. 
Y con eso la gente puede hundirte en la más oscura de las profundidades. 

Tus heridas abiertas, 
de las que nunca quisiste hablar por sentirte culpable. 

Hasta que aprendiste que levantar la mano ante un error, 
cura mejor y más rápido que echar balones fuera. 

Por aquello de no mirar con detenimiento donde tropezaste. 

También es bueno recordar que, 
cuando puedas, 
vuelvas a abrazar. 

Que, 
a veces, 
alguien necesita que le coloques los trozos pero tiene miedo de decirlo. 

Por aquello de espantar con sus tristezas. 

Abraza, 

y abraza tan fuerte que, cuando vuelvan a coger aire, 
ya no queden grietas por donde pueda escaparse. 

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