viernes, 22 de noviembre de 2013

Redundar

He valorado la opción de echar a suertes seguir teniendo la esperanza de volver a echarte de mi cama cada vez que echamos un polvo. Y siendo redundante te echaría hasta de mi vida si no te llevaras de paso mi corazón cada vez que dices hasta mañana.
He jugado al parchís con el insomnio tantas noches que al final termino por quedarme sin fichas al dejar que me coma para esperar que en una de estas suene el teléfono o, mejor aún, el timbre.
He leído muchos consejos sobre como tratar a mujeres como tú, pero sigo viendo corazones rotos por los mismos que dicen tener la solución. Veo muchos poemas que no hablan de la persona a la que van dirigidos, muchas canciones que se cantan mirando al suelo en lugar de a los ojos, o al cielo. Veo muchos abrazos sin miedo a que sea el último. Será porque no han probado nunca la sensación de estar a punto de separarse para siempre...
Me he equivocado muchas veces. Mejor dicho, he decidido equivocarme. Porque tengo el jodido privilegio de poder elegir a mi piedra ideal y de tropezarme cuantas veces quiera con ella, porque para eso la elegí. Para trastabillarme todas las noches y hacer tropezar, esta vez, al cabecero de nuestra cama con la pared del vecino. Y que luego sea él el que quiera tirarnos a la cabeza una piedra. De las que duelen, pero sólo por un rato. No cómo tú, que dueles siempre que te vas y hasta que vuelves.
Y redundaré en ti hasta que tu lengua me suspenda y no quieras fumarte el de después porque ya no habrá nada antes...

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