domingo, 10 de julio de 2016

¿Cuándo?

¿Cuándo acaba todo?

Quiero decir, ¿cuándo nos damos cuenta de que la persona que nos destapa por las noches arrebatándonos ese trocito de sábana(y algo más) ya no es la persona que queremos que nos arrope?

¿Acaso el final de todo llega cuando ya no nos hormiguea el estómago? Cuando comenzamos a sentir esos encuentros como algo mundano, y no como la salvación que supone verla a cinco centímetros de ti.

El silencio ensordecedor en esas cenas, o un paseo donde las manos no palpan piel, sino tecnología.

Ahí es donde debes comenzar a tener miedo.

Miedo, no a que termine esa historia.

Miedo a que esa historia termine contigo.

¿Me entiendes?

Cuando ese miedo aparece nos volvemos fríos, nos parapetamos en una falsa creencia auto-impuesta de que estamos solos porque nadie nos sabe querer.

Nadie. También nos incluye a nosotros.

Porque si hay algo de lo que uno nunca debe de olvidarse es, precisamente, de quererse bien.
De quererse bonito.
De quererse fiel.

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