Ojalá un incendio.
Y, cual Ave Fénix, renacer.
Soplando las cenizas del recuerdo
de aquellos que dejaron de regar.
Ojalá el viento, ayudándonos
a despejar las impurezas de vidas pasadas,
las cicatrices de corazones pasados,
de los abrazos vacíos
y los besos que nunca llegaron.
Desplegar las alas sin miedo con los primeros pasos,
llorar sobre las heridas
de nuestros tropiezos
y curar el rencor.
Ojalá un incendio.
Sacudir el polvo,
echarnos unos cuantos,
y que nunca
te canses
de querer volar.
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