sábado, 5 de febrero de 2011

Observarte

Observarte es, a grandes rasgos, deleitarse. Observarte a ti es saludar a lo hermoso y retar al subconsciente. Es jugar con el riesgo de caer en una obsesión profunda. Observarte a ti es obcecarse con tener tus mejillas cerca. Observarte a ti es bailar con la locura y tentar a las ganas. Es miedo de ver tus pupilas sólo una vez. De echar de menos tu fina boca.
Observar tu silueta es, en resumen, un peligro.
Me encerraron en una habitación oscura, rodeado de tus fotos por todos lados. Mi ritmo cardiaco comenzó a acelerarse. Empecé a sentir vértigo cuando me fui alejando de tus fotografías. E, incluso, aluciné. Creí verte detrás de la ventana, guiñandome un ojo e invitándome a ir a tu lado. En ese preciso momento entendí a Stendhal cuando visitó la Basilica de Santa Croce. Y pienso, si esto me pasa sólo con tus retratos, qué se apoderará de mi cuando te escuche respirar, cuando pueda rozar tu piel, cuando pueda hacerte sudar... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario