domingo, 17 de mayo de 2015

Amor por omisión.

Imprescindible suprimir el daño recibido para querer bien.

Para querer bonito.

Nadie debe tragarse los restos de quien no supo.

Es mirar a sus ojos como una nueva historia, como si volvieras a nacer.

Caer y levantarse.

Creer y decepcionarse.

Nadie debe ponerte vendas, ni tiritas. Nadie debe curarte. Salvo tú mismo. Por el riesgo de meter el dedo en la yaga y escocer muy dentro. Muy fuerte. Tanto que empieces a ver en sus ojos una vieja historia.

Sánate tú la herida y que pueda acariciarte sin miedo a rozar la cicatriz, sin miedo a levantar la costra.

Suprime el daño, pero no la lección.

Ni la lesión.

Excluye aquel abrazo vacío de tu piel y despréndete de las escamas.

Y ama. Ama bien.

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