Debemos aprender a irnos.
Quiero decir, darnos cuenta de cuando hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano y partir, y que otros se deslomen.
Llega un momento que por mucho que sigas remando no avanzas, navegas en círculos y nos ves tierra. Toda ocasión tiene su tiempo, todo logro tiene su fecha de caducidad y es inviable vivir de rentas.
Hay que saber marcharse.
Y muchos no tienen ni idea.
La rutina hace tanto daño que cuando la cambias crees que te falta algo y vas en su búsqueda, de nuevo. Es un amor-odio, ni contigo ni sin ti,
y la gente echa raíces en macetas equivocadas,
y nunca florece nada, ahí nunca florecerá nada.
Debemos aprender a irnos y tener paciencia para comprender que nuestro próximo destino igual tarda un poco en llegar.
Hay que esperar a los ojos que te griten quédate y a las manos que, aferrándose a ti, nunca te alejen de tu libertad.
Hay que saber en qué corazones quedarse a dormir.
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